"En
los peores momentos, en la peor ciudad, si conseguía una habitación
pequeña, si podía cerrar la puerta de esa habitación pequeña y estar
solo en ella con la cama, la cortinita rota, empezaba a embargarme una
sensación agradable; una serenidad singular. No tenía problemas conmigo
mismo sino con los lugares de ahí afuera, con las caras de ahí afuera,
con las vidas desperdiciadas y destrozadas: la gente que se conforma con
la solución más barata y más fácil. Cerrar la puerta de mi habitación
era una forma de decir no a todo eso. "
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