Antídoto y veneno
mezclado,
no agitado,
el elixir perfecto.

El artista no es nada sin su musa,
el sol no es nada sin su luna,
la razón no es nada sin corazón.

La luz al final del túnel resultó ser un tren que arrasó
con todo lo que tenía a su paso hasta descarrilar
y acabar implosionando.

No sé si es masoquismo,
inercia al sufrimiento,
regirse por lo irracional
o buscar el misterio en lo cotidiano
que explicaba Val del Omar,
en cualquier caso,
la desesperanza nunca es un atributo
el dolor no debería ser el mayor
de los aprendizajes,
ni el orgullo un condicionante,
la vida es compleja,
porque nosotros mismos la acomplejamos;
vivimos de nuestros complejos
y esa es la peor herencia a dejar,
basta de complejos
de una puta vez e intentemos romper
la espiral y hacerlo fácil.

La espera es una cuestión,
la paciencia otra,
la rectitud con la que llevarlas acabo
y no flaquear es la esencia del éxito,
no flaquear ante tus propias dudas,
ante tus propios miedos,
ante las malas jugadas
de tu subconsciente,
el camino está trazado,
uno mismo es que el se desvía,
uno mismo es el que elige lo fácil,
uno mismo quien puede luchar contra eso
y salir airoso,
salir victorioso,
¡qué larga la espera!
¡qué largo el camino!
y qué gratificante será
si llego a mi destino.

"En los peores momentos, en la peor ciudad, si conseguía una habitación pequeña, si podía cerrar la puerta de esa habitación pequeña y estar solo en ella con la cama, la cortinita rota, empezaba a embargarme una sensación agradable; una serenidad singular. No tenía problemas conmigo mismo sino con los lugares de ahí afuera, con las caras de ahí afuera, con las vidas desperdiciadas y destrozadas: la gente que se conforma con la solución más barata y más fácil. Cerrar la puerta de mi habitación era una forma de decir no a todo eso. "