Dejar que un sonido te envuelva, te haga levitar, te agarre con fuerza y haga que te evadas, desconectes de tu alrededor.
Que te sientas en conexión con la música y ajeno a todo, ya sea en el metro donde personas miran al infinito, donde hablan de la nada; ya sea en la oficina donde tu compañero de mesa lee el periódico deportivo, donde sus rutinas aprietan y aprietan hasta que solo se escucha el crack de su mente retrocediendo a ninguna parte; en un club, donde la gente ha olvidado lo que es ir a bailar y en vez de saltar con zapatillas y sudar se hacen selfies con tacones en el garito de moda, donde lo underground es una moda y donde las subculturas van ahondando aún más alejándose de tanta sobreinformación.
Quién haya conectado alguna vez con la volatilidad de un subgrave entenderá que nada es permanente y que lo efímero lo es todo.
¿Qué es vibrar? el cerrar los ojos y sumergirte en la oscuridad de tu pensamiento, hasta que tus neuronas no manden impulsos al resto de tu cuerpo y pierdas toda noción de la realidad, evadirte hasta entrar en trance y ser consciente de que lo real no es más que un estado de inactividad mental, que tanto grado de racionalidad y consciencia solo nos acerca a la somnolencia prolongada y nos vuelve enfermos patológicos de nuestra propia y limitada mirada.
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