En la gris y fría ciudad
infestada de buitres que se pavonean,
de seres de plástico
encontré una flor,
Tan grande como mi cabeza.
Cuando me dispuse a olerla y tocarla perdí un trozo de oreja
parte de un dedo
un ojo
y gran parte de mi razón.
Regresé al día siguiente dispuesto a cortar aquella maldita cosa
pero la encontré tan hermosa,
tan única,
que me dediqué a regarla y a cuidarla entregándole mi corazón.
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